En la mitología griega Gaia es la madre tierra, aquella que proporciona todo lo necesario para que el ser humano crezca y se nutra correctamente. Bajo el mismo nombre y con el mismo propósito, pero aplicado únicamente a la infancia, Sandra González ha fundado en Badajoz el centro infantil bilingüe Gaia Montessori.
Ubicado en Valdepasillas, es un espacio en el que se aplican pedagogías activas (en las que se acompaña el aprendizaje natural según las capacidades del niño), principalmente la desarrollada por María Montessori. Gaia Montessori está ideado para niños de 0 a 6 años. Sin embargo, es imposible encontrar ni un solo muñeco. Todos los materiales son nobles, predominando las sedas y la madera. De estética sencilla y agradable, las paredes están pintadas de rosa porque, según explica Sandra, «es el color del amor y la base de esta pedagogía es el amor y el respeto».
En la estancia, dividida en varias áreas temáticas, todo está a la altura de los ojos de los más pequeños. «Es un mini mundo que cambiamos a diario», indica la responsable.
Límites
El hecho de que los niños puedan autodirigirse y elegir con libertad no significa que no haya límites. De hecho, son muy importantes en esta enseñanza. «Existen reglas y límites primordiales para el funcionamiento de la rutina en el centro», aclara Sandra, quien cree firmemente que los límites son beneficiosos. «Nos dimos cuenta de que en la educación habitual no se les da la importancia que nosotras creemos que tienen».
Otro aspecto relevante que se evita en Gaia Montessori es el uso de pantallas. «Somos totalmente anti-pantallas» aseveran, «ya que afectan muchísimo al desarrollo neurológico». Además, Sandra relata que desde su punto de vista, móviles y tabletas –pantallas en definitiva– se les dan a los niños para que se entretengan o se calmen y luego no saben autocalmarse. Para tranquilizarse, en esta pedagogía es frecuente realizar meditaciones y juegos de respiración.
La repetición lógica de las reglas hace que los pequeños las interioricen y las adopten como hábitos. Por eso, cuando entran siempre está la misma música puesta. Este espacio abre cada mañana a las 07.15, aunque los niños pueden acceder hasta las 09.30. A esa hora da comienzo la rutina «que es muy importante porque les ayuda a estar relajados y a abrirse al aprendizaje», comenta la guía. Empiezan cantando una canción en inglés y conociendo el estado anímico de sus compañeros.
Sobre las 10.00 comienzan a preparar el almuerzo, basado principalmente en frutas. Ellos eligen qué pieza desean paladear, preparan la mesa y comen juntos. Según las instructoras, se trata de un momento muy importante porque transversalmente están trabajando aspectos como el turno, el respeto, la paciencia, la gracia y cortesía…
Después, el grupo Nido (bebés de 0 a 21 meses) se echa una pequeña la siesta y a los demás, que se encuentran en el punto álgido de la atención, les toca el trabajo específico que preparan las guías para cada niño. En estas horas de tareas es especialmente importante el silencio y la concentración.
Un viaje revelador
Ahora, con 28 años, Sandra tiene su propio espacio físico de educación libre y respetuosa, pero es algo con lo que lleva muchos años en mente. Confiesa que ya desde pequeña soñaba con ser profesora, «pero no de la forma tradicional». Por eso, siguiendo el consejo de su madre, estudió Magisterio y después Logopedia para poder innovar desde dentro del mundo académico. «Yo no sabía que existían esas metodologías», añade.
Sin embargo, como otros tantos jóvenes, emigró a Inglaterra de au pair y allí dio con una familia que llevaba una educación respetuosa. El más pequeño de los hijos iba a una guardería Montessori y Sandra, atraída por ese tipo de crianza, comenzó de voluntaria. Fue un viaje sin retorno, mentalmente hablando.
Ahora, físicamente en Badajoz y tras haber estado adquiriendo experiencia en otras ciudades, presenta su proyecto en la capital pacense con los bolsillos repletos de ilusión y la buena compañía de Leticia, pero también con las trabas de un emprendedor. Anteriormente tuvo que hacerse autónoma durante unos meses en otra comunidad y ahora no ha obtenido ni subvención ni tarifa plana. «Es duro empezar de cero pagando casi 300 euros al mes solo de autónomo», lamenta.